Sunday, November 26, 2006

La Universidad como faro del desarrollo de Puno

(Artículo publicado en Puno hoy: del Titicaca al Bahuaja Sonene, edita por OXFAM y SER)

La fuerza del contexto nacional y regional

La distancia entre el problema y la solución es más que una expresión matemática, llega hasta el límite del quietismo y el dinamismo, el pasado y el futuro, lo viejo y lo nuevo, el pesimismo y la esperanza.

El sistema actual y el proceso histórico de la universidad peruana, especialmente la pública, se debate entre los extremos mencionados. Pues cada día las viejas estructuras, los estilos pasados, el inmovilismo investigativo y la actitud pesimista configuran un solo panorama: la universidad pública es más un problema que una fuente de soluciones.

Al galopante crecimiento de universidades a partir de 1996 (nuestro país tiene 84 universidades: 49 privadas y 35 públicas), se suman distorsiones como la distancia académico-formativa y de remuneración docente entre universidades capitalinas y/o privadas contra las universidades provincianas y/o públicas; el desorden de la oferta de especialidades que obedecen más a razones extrauniversitarias que a una visión de futuro nacional; el explosivo número de filiales a nivel nacional (más de 200) que va camino a colapsar la calidad formativa del futuro profesional peruano; el abandono presupuestario del Estado empuja a las universidades públicas a dedicarse a la recaudación de ingresos propios para subsistir, generando un segundo abandono: el de la misión académica; la perversa, anti investigativa, inmoral y comercializadora introducción de cursos de actualización (a partir de 1992) para la obtención del título profesional; la pobrísima inversión, estímulo y ubicación estratégica de la investigación en la vida universitaria; la oferta mediocre, mercantilizante y la obtención facilista de maestrías y doctorados que responden a razones laborales más que investigativas de los participantes; la carrera docente en términos de ingreso, nombramiento, ratificación, ascenso y evaluación del desempeño se somete a conveniencias, intereses y/o arreglos políticos, fraternales, particulares y hasta económicos; los mismos factores influyen en la búsqueda del poder político y la eventual gestión de los estamentos docente y estudiantil; la presencia de uno de los males nacionales, la “viveza criolla”, impregna la vida universitaria desde los salones de clases, oficinas, laboratorios, hasta las sesiones de consejo y asamblea universitaria; la frustración de los jóvenes universitarios por la baja calidad académica se viene evidenciando en las altas tasas de desempleo y los bajos niveles de eficiencia y productividad del profesional provinciano.

Merece una consideración especial el marco legal de la universidad peruana. La actual ley universitaria no responde a los desafíos sociales, económicos, culturales, tecnológicos y científicos de la situación actual; las modificaciones introducidas durante la gestión presidencial del Ing. Alberto Fujimori (quien paradójicamente fue rector universitario y presidente de la Asamblea Nacional de Rectores) lejos de mejorar el sistema, lo han pervertido.

El caso de las universidades puneñas con sede en el departamento de Puno, no escapa a los problemas expuestos. Tanto la Universidad Nacional del Altiplano con sede en Puno y la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez con sede en Juliaca, soportan de acuerdo a su particularidad de universidad pública y privada, respectivamente, el rigor del sistema.

No obstante, cada una presenta rasgos problemáticos definitorios. La universidad juliaqueña se ha convertido en una opción para los jóvenes del norte del departamento y complementaria a la UNA, pues ofrece un ingreso menos competitivo e incluso especialidades distintas a los postulantes que no logran vacante en otras universidades regionales; debe ser por ello que propicia y mantiene un descomunal desbalance a favor de la especialidad de Derecho. Pese a ser una universidad privada no alcanza estándares de calidad por encima del promedio y soporta cíclicos reclamos estudiantiles orientados a su conversión en universidad pública; pero participa con entusiasmo en la política de filiales (Puno y Arequipa) y en la construcción de su campus universitario en Juliaca.

Por su parte, la universidad pública de la ciudad de Puno, reaperturada en 1962, goza de un notorio prestigio en la región; ha logrado formar a muchos de los profesionales que actualmente desempeñan cargos públicos y profesionales. Independientemente de sus unidades de pregrado y postgrado, se caracteriza exteriormente por la infraestructura y servicios estudiantiles de su ciudad universitaria, los centros experimentales y de producción de Tambopata, Chuquibambilla, La Raya, Illpa, Camacani, Chucuito; así como un copadísimo centro de idiomas, panadería, frigorífico, grifo y canal de televisión.

Sin embargo, posee no pocos rasgos negativos: su creciente masificación, la saturación de sus servicios, el colapso de sus laboratorios, la desconfiada y lenta burocracia, el caos parcelado de sus instalaciones, la absurda conservación de las residencias docentes, los desarticulados y mercantilizados cursos, diplomados, maestrías y doctorados; la imposibilidad de una evaluación seria del desempeño docente, la pobreza de didáctica y profesionalismo de algunos docentes, los perfiles profesionales desactualizados u orientados excesivamente a la tecnificación; el sometimiento a los caprichos estudiantiles, las periódicas y habituales tomas de locales; la intolerancia, inmadurez y sujeción a apetitos personales de los grupos políticos de estudiantes y docentes.

Pero, principalmente, el juicio más duro a las dos universidades puneñas es la inacción. Las universidades puneñas como instituciones se han estancado en el S. XX, no son la fuente y síntesis del saber milenario del ande y del mundo, han dejado de ser –pues lo fueron alguna vez- el laboratorio de investigación y experimentación para el cambio de las diversas estructuras; el manantial de proyectos, modelos y sueños regionales; los centros que cincelan el potencial del hombre altiplánico para devolverlo como profesional al servicio de la sociedad. Es decir, el centro clave por antonomasia de las propuestas: el faro del desarrollo regional.

Refundación universitaria

Buena parte de la desidia de las universidades puneñas (y nacionales) se derivan de un inaceptable fenómeno de desarraigo con los problemas más sensibles, de primacía de lo inmediato sobre lo trascendental. En la comunidad universitaria se palpita, en no pocos integrantes, una actitud de conformismo y de ceguera ante la misión fundamental de servicio público que le compete a nuestras universidades provincianas, enclavadas en una de las áreas geográficas, demográficas y económicas más castigadas por la historia republicana y colonial. Suspender ese compromiso de entrega y de liderazgo regional es el acto más inmoral que se le puede imputar a una generación.

Nuestras universidades, más allá de los problemas y los diagnósticos, más allá de la esperada reforma universitaria nacional y de las participaciones declarativas, deben emprender la tarea titánica de despercudirse de la endogamia y caminar hacia la refundación institucional.

Sólo así podrán estar a la altura de los diversos desafíos, llámense zonas francas, transoceánica, turismo, agroindustria y actividad pecuaria, comercio e inversión productiva, pequeña y mediana empresa e industria, descentralización, regionalización y gobernabilidad, derechos humanos y ciudadanía, exportación en sus diversas dimensiones, identidad cultural y folklore, energía y explotación de recursos naturales, ecología y medio ambiente, comunidades campesinas, educación, salud, vivienda, empleo, juventud y género, infraestructura, tecnología, globalización, relaciones bilaterales y cooperación internacional.

Toda una red inacabable de promesas y esperanzas de la cual los políticos de antes y ahora, caudillos y caciques, funcionarios y profesionales malhadados, han sabido emplear como dispositivo de captura o mantenimiento del poder. Y que llegada la hora poco o nada han sabido entregar, ofrecer, devolver a la bendita tierra altiplánica.

Es así que las universidades regionales, en el contexto de la refundación institucional, deben reestructurar su sistema y normatividad, orientándola a la razón esencial de su existencia: la sociedad regional.

El diálogo esperado: universidad y sociedad

Se impone la construcción, urgentemente aquí y ahora, de universidades estratégicas para el desarrollo. Es decir, sostenerse en un proyecto regional de largo plazo, para lo cual se empezaría con la revolución concertada (con la sociedad) de las estructuras y perfiles curriculares, estableciendo macrofacultades, potenciar y estimular la investigación-desarrollo a fin de entregar y capitanear modelos y proyectos científico-tecnológicos y productivo-laborales; especialización, renovación y/o invitación al retiro de los cuadros docentes; profundizar la acreditación, evaluación y certificación; liderar y no sólo ser parte de espacios de enlazamiento a sistemas pares, inferiores o superiores a nivel regional, nacional e internacional, más allá de los burocratizantes convenios marco propiciados para intereses concretos; ofrecer maestrías y doctorados pertinentes y prospectivos con profesores de alto nivel, superando la endogamia en la invitación a la cátedra; informatización agresiva de los procesos universitarios y participar en la infosociedad o sociedad de la información y el conocimiento con una visión glocal (global + local); establecer un legítimo sistema extramuros de proyección y extensión a la comunidad que cubra expectativas formativas reales de la población regional, venciendo los cursos o seminarios academicistas o culturosos; alcanzar la identidad institucional y de infraestructura sobre la base holística de la interdependencia de las disciplinas, evitando los proyectos y manifestaciones parceladoras de la vida universitaria.

Ese nuevo espíritu sólo será posible con un liderazgo distinto y superior, con principios éticos sólidos, dinámico y esperanzador, proactivo y eficiente, integrador y solidario, capaz de remover voluntades y que permita el salto esperado o -lo que viene a ser lo mismo- la salida de esta indeseable e inmerecida oscuridad.

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