Sunday, September 25, 2005

Mi suredad... tu suredad... nuestra desigualdad

COMUNICACION PARA LA CONVERGENCIA EN EL SUR DEL PERU
Autores: Eland Vera, Federico Rosado y Rosario Vera
(Ponencia expuesta en el XXVI Encuentro Peruano de Facultades de Comunicación y IV Encuentro Andino de Facultades de Comunicación-Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia. Arequipa 2005)

RESUMEN
La ponencia es una reflexión sobre el imaginario ciudadano de los jóvenes del sur del Perú (Arequipa, Cuzco, Moquegua, Puno y Tacna) y cómo la diferenciación y desnivel de atributos y rasgos percibidos y autopercibidos son un desafío para la deseada integración macrorregional, como forma superior de organización para el desarrollo. Los medios de comunicación y los comunicadores cumplen, en ese sentido, un rol que va más allá de lo meramente informativo y periodístico; son parte estratégica de la construcción compartida de un proyecto de convergencia que sostenga el destino histórico común y tolerante en el Sur del Perú.

INTRODUCCIÓN
Al explorar la autopercepción ciudadana y la percepción del otro en la región sur del Perú, se trata de ofrecer información a los medios de comunicación y comunicadores para que destaquen los puntos de convergencia regional y traten de modo diferente los aspectos de divergencia entre ciudadanos, en una etapa de regionalización entendida como reto de integración.

La indagación sobre las percepciones de los jóvenes estudiantes, es un acercamiento a los futuros profesionales que asumirán la conducción de la vida económica, social, política y cultural en los próximos años. Jóvenes que al final de cuentas vivirán los resultados del segundo intento regionalizador del Perú que ojalá algún día logre superar los viejos patrones demarcatorios impuestos durante la Colonia o surgidos durante nuestra inestable, frágil y frustrante República que lo único que ha logrado es entronizar el centralismo, dividir el país y generar ciudadanos de diferente clase.

Es bien sabido que el proceso regionalizador está poniendo a prueba a nuestras clases dirigentes del interior del país, pero también está probando la consistencia de la sociedad civil provinciana, la idoneidad de profesionales y técnicos, y sobre todo la madurez de los pobladores sureños que más allá del reclamo de derechos, deben pasar a ser ciudadanos regionales escrupulosos cumplidores de sus deberes. Si durante décadas el Estado jugó un pobre papel como pivote del desarrollo nacional, es la hora de las regiones provincianas y los gobiernos locales, tal vez la última posibilidad de viabilidad fuera de la metrópoli limeña.

De ahí que formar una región o macrorregión en los departamentos peruanos se constituye en un reto al nivel de desarrollo alcanzado por los ciudadanos y sus líderes. Acostumbrados al centralismo, los departamentos del Sur enfrentan el reto de la integración, de la suma de esfuerzos, de las negociaciones y, por supuesto, de los intereses.

En ese contexto, uno de los aspectos singulares de la ecuación integradora, es preguntarnos: ¿Es posible la integración de los departamentos del Sur? ¿Qué nos une, qué nos separa? ¿Cómo nos percibimos entre sureños? ¿Cuál es la percepción que tienen unos de otros? ¿Cuál debería ser el aporte de los medios de comunicación y los comunicadores en la búsqueda de una integración regional para el desarrollo? ¿Qué valores ciudadanos por departamento, deben servir a los medios de comunicación como recurso integrador en el sur del Perú?

1. SOPORTE SIN CENTRO
La comprensión de la realidad social en general y de la comunicacional en particular, como sostiene Martín Barbero
[1], ya no se mueve bajo los dictados de una razón moderna ambiciosa de unidad: sino por la apertura a un horizonte ilimitado de exploración y la conciencia del carácter limitado de toda forma de conocimiento.

En ese sentido, los saberes que apoyan reflexiones como la nuestra (Psicología Social, Antropología Cultural, Economía, Politología, Semiótica, Historia y hasta las ciencias de la complejidad) forman un crisol interpretativo dentro de las Ciencias Sociales que nos reitera que estamos ante una nueva época y una nueva manera de encarar las dificultades del presente y los retos del futuro.

Semejante arsenal sin centro busca comprender nuestra condición de país sumergido en la exclusión social, la desigualdad económica, la diversidad cultural, la complicada situación de la juventud, la responsabilidad de las élites y de los medios de comunicación, la construcción de ciudadanía y el desafío del desarrollo integral.

La atmósfera implacable del neo-liberalismo insiste en persuadirnos que el mercado es la única manera de existir, persiguiendo como nunca antes, “la felicidad a través del más alto grado de acumulación material, diseminando patrones de consumo ecológicamente insustentables y depredando a través del mercado y la tecnología a empresas, personas y naciones”
[2];pero esta situación empuja la emergencia de posiciones identitarias que reclaman respeto a la diversidad, a lo local, a la singularidad geográfica y étnica. Además no sólo es la diferencia ante lo global-transnacional, surgen las diferencias con el otro que, siendo similar, también es diferente, vecino, compatriota.

Aparece así el fenómeno de la exclusión social y sus perversas e inhumanas desigualdades entre ciudadanos de primera, segunda y hasta tercera clase. Una ciudadanía incipiente con bajos niveles de instrucción, estancada en actividades económicas de recolección y extracción.

En ese mar de infortunio las élites nacionales y locales se arman como corsarios modernos a la toma del feble Estado y manifiestan de modo descarado una moral pública corrupta y en el mejor de los casos ambivalente y caprichosa.

Queda como posibilidad la formación de redes alimentadas por la inquebrantable fe y esperanza de la juventud, las mujeres organizadas, los pequeños y medianos emprendedores, la sociedad civil consciente, la autopista de la información y los medios de comunicación para el desarrollo.

Más que discursos y academicismo se impone solidez intelectual y moral para entrar a la arena de la construcción compartida del futuro. Siguiendo a Aristóteles, pasar del acto a la potencia, de lo que es, a aquello que puede ser, porque todas las cosas cambian y pueden convertirse en otras diferentes a lo que son.

2. A FAVOR DE LA CONFORMACION DE LA MACRORREGION
Uno de los actores sociales clave de la vida regional que, precisamente se caracteriza por contener una fuerte disposición al cambio, es la juventud, y particularmente la que se encuentra en los principales centros de estudios superiores (universidades e institutos) del Sur del Perú. Su opinión sobre el proceso de regionalización resulta, por lo tanto, un valioso referente sobre sus expectativas sobre la vida política. Al parecer el optimismo supera al pesimismo.

Alrededor del 64% de los jóvenes sureños encuestados en las 5 capitales de departamento, se muestran a favor de la conformación de la macrorregión sur, el 36% no manifiesta una opinión favorable al proceso.

Además, surgen datos paradójicos: los jóvenes tacneños son los más resistentes a la conformación de la macro región y más bien la juventud altiplánica expresa una opinión favorable, por encima de los otros 4 departamentos. Considerando que ambos departamentos posiblemente conformarán una región junto a Arequipa.

En cuanto a los ciudadanos moqueguanos, pese a la decisión de sus líderes de no ser parte de la macrorregión, sus respuestas contradicen a sus autoridades mostrándose a favor de la integración; un caso similar es el de los ciudadanos cuzqueños que también optan por el esquema macroregional.

Pero más allá de la aprobación a la conformación de la macrorregión sur y, por lo tanto, la aceptación de un futuro común entre vecinos sureños, se encuentra la sedimentada identidad departamental que en más de una ocasión ha develado diferencias y resistencias.

3. IDENTIFICACION Y DIFERENCIA

La identidad colectiva no es una esencia supone, según Rossana Reguillo
[3], un proceso simultáneo de identificación y diferenciación que se construye en la interacción desnivelada con los otros, los iguales y los diferentes. Luis Villoro[4] agrega dos vertientes sumamente interesantes, la identidad por la vía de la singularidad (pertenencia a un territorio, composición demográfica, lengua, rasgos culturales) y la identidad por la vía de la autenticidad (en base a las necesidades, plantear un proyecto de deber-ser). Esta tensión entre la identidad defensiva y la identidad proyecto halla su manifestación más clara en la región sur, entre las singularidades de las ciudades andinas y la conformación de la macrorregión que empuja a pensar en términos de identidad como proyecto de futuro.

Por eso, una de las provocaciones más notorias del estudio fue interrogar a la juventud del sur del Péru sobre el “parecido” y el “menor parecido” que tienen con alguno de los otros vecinos departamentales Descubrimos que los ciudadanos tacneños son considerados, comparativamente, como los más similares a los otros ciudadanos. Por ejemplo, más de la mitad de los moqueguanos se consideran similares a los tacneños, más de un tercio de los arequipeños también se hallan parecidos a los tacneños, inclusive los cuzqueños y puneños dicen parecerse a ellos.

Otro hallazgo singular es la reciprocidad de parecido entre moqueguanos y tacneños: ambos expresan parecerse mutuamente. Sin embargo, Moquegua no se encuentra dentro de la propuesta macroregional junto a Tacna. Nuevamente se demuestra que los líderes moqueguanos se encuentran desconectados de la opinión de la población.

En la pregunta sobre el “menor parecido a”. El ciudadano arequipeño es considerado el de menor similitud con sus vecinos regionales. La razón como se demuestra en la información sobre rasgos y valores se halla en la percepción que se tiene de ellos. Así como en la similitud que se le asigna con el limeño, pues más de la mitad de los jóvenes interrogados sostienen que el arequipeño es el sureño más parecido a los ciudadanos capitalinos.

En el caso de los ciudadanos puneños, que son los segundos en menor parecido con sus vecinos, surge algo contrario con respecto al parecido con el limeño. Si por un lado los sureños, en general no se identifican con el arequipeño; a la vez no existe identificación con el puneño por hallarse alejado de lo capitalino y más cercano a lo andino-serrano, estigma que ronda el presente estudio.

4. AUTOPERCEPCIÓN CIUDADANA Y PERCEPCIÓN DEL OTRO DEPARTAMENTAL

Toda percepción se halla relacionada a factores históricos, por lo que debe ser comprendida desde una perspectiva sociohistórica, considerando su ubicación espacial y temporal, vinculada a lo vivido, a lo visto, al conocimiento y experiencia previamente adquirida a lo largo de la vida compartida con otros. Este compartir con otros, opone el concepto del nosotros, relativamente homogéneo, y los otros o el grupo de afuera. Aunque no parezca, esta oposición integra a ambos, permite ser a unos y a otros; ya que los grupos se definen o se construyen por oposición a los otros: aún cuando los otros son vecinos se les considera diferentes.

En ese sentido, al indagar sobre los rasgos y valores de los ciudadanos sureños desde el punto de vista de los jóvenes sureños se trabajó la diferencia entre la autopercepción ciudadana y la percepción de los otros vecinos.

Arequipa

Los jóvenes se califican como inteligentes y regionalistas, por sobre otros rasgos como la lealtad, la simpatía, inspiradores de confianza, compromiso con su pueblo y mentalidad empresarial. Los rasgos que no definen al arequipeño son la humildad y la tolerancia.

A su vez los vecinos departamentales no coinciden plenamente con la autopercepción del arequipeño. Los vecinos lo consideran con mentalidad empresarial comparados con ellos, sin embargo no es una cualidad que el arequipeño la considere tener.

Como rasgos al servicio de la integración surgen la inteligencia para enfrentar problemas y el compromiso con su pueblo. Aspectos todos ellos que deben armonizar en una ecuación integradora en el sur del Perú. Reconociendo los rasgos positivos que los vecinos les asignan y que ellos no consideran tener.

Los medios de comunicación y los comunicadores de Arequipa, por su parte tienen que asumir con responsabilidad que el regionalismo exacerbado, la arrogancia e intolerancia constituyen un obstáculo en el proceso integrador; más aún si la metrópoli mistiana alberga a una gran cantidad de migrantes de los departamentos vecinos. Por lo que se halla en el desafío de superar algunos prejuicios y trascender hacia el logro de una ciudadanía sureña donde converjan los importantes aportes de sus vecinos departamentales. Si los medios no asumen esta nueva misión, se caería en una peligrosa polarización entre una Arequipa que a todas luces fue y una Arequipa que ahora es.

Cuzco

Los principales rasgos positivos de la autopercepción cuzqueña coinciden exactamente con la opinión de los vecinos macroregionales. Por lo que la condición de ciudadanos con tradición histórica, alegres y hospitalarios logra coincidir con el poderoso atractivo de la ciudad imperial, que rebasa los límites de la región sur y del propio país, constituyéndose en un fuerte potencial del Cuzco.

En el sentido inverso también existe coincidencia en los rasgos menos destacados: bajos niveles de mentalidad empresarial, patriotismo, laboriosidad y regionalismo. En cuanto a las contradicciones, la más destacada es la percepción sobre la capacidad intelectual, favorable para los cusqueños pero desdeñada por sus vecinos; y la percepción de simpáticos y comprometidos con su pueblo, según los otros departamentales; pero no tan central para los cusqueños.

Moquegua

La información sobre Moquegua desnuda una baja autopercepción del ciudadano, así como de sus vecinos departamentales. Los rasgos menos considerados o negativos son la mentalidad empresarial y la laboriosidad. Sin embargo, contiene la más alta valoración en los rasgos morales: los moqueguanos se definen como honrados, humildes, tolerantes e inspiradores de confianza. Sus vecinos también relevan esos rasgos, pero enfatizan en la condición de humildes y tolerantes; por lo que se trata de ciudadanos con actitudes morales elevadas, pero débiles en el terreno productivo y competitivo

El caso de Moquegua sirve de ejemplo y desafío para la integración regional y el compromiso de los medios de comunicación y comunicadores a fin de conseguir un acercamiento destacando los rasgos encontrados que otros vecinos carecen y asumiendo el desafío político de desprendimiento para lograr el desarrollo solidario de la región.

Puno

La autopercepción puneña se define por tres rasgos resaltantes: la alegría festiva, la humildad y el trabajo; junto al autoreconocimiento de no ser ciudadanos simpáticos, patriotas, tolerantes, ni con mentalidad empresarial. Los otros departamentales, a su vez, coinciden en sus tres rasgos positivos y los rasgos menos característicos; por lo que se logra cristalizar la percepción ciudadana del puneño.

Sin embargo, sus vecinos, lo consideran el menos digno de confianza, incluso muy por encima de su propia valoración. Sucede de igual forma pero con menor intensidad con la hospitalidad. Como en el caso del arequipeño, los puneños no consideran poseer mentalidad empresarial, mientras que los vecinos encuentran esa capacidad en el ciudadano altiplánico.

Un par de rasgos que en el moqueguano están unidos por ellos mismos y por sus vecinos (tolerancia y humildad), se polarizan en el caso del ciudadano puneño. Como si detrás de la humildad real se esconden rasgos de intolerancia que pueden provenir de fundadas razones culturales o costumbres arraigadas.

Los medios de comunicación y los comunicadores deben tomar con seriedad y serenidad el perfil del puneño; más aún si se trata de una población expansiva con una fuerte presencia migratoria en sus departamentos vecinos. Y que al ser considerados como ciudadanos que inspiran poca confianza, intolerantes y desagradables, se está planteando un peligroso estigma que impediría la integración regional.

El concepto de estigma, desarrollado por Goffman
[5], nos enfrenta a una situación preocupante: la identidad deteriorada, resquebrajada. El manejo del estigma es un rasgo general de las sociedades y en el caso peruano, tiene nombre propio, el racismo hacia el indígena. Los casos de desprecio hacia el poblador campesino del ande o a la persona de origen andino, forman un amplio espectro de situaciones, desde las cotidianas hasta las mediáticas; reforzando uno de los más vergonzosos deméritos del Perú.

Según Goffman, el supuesto rol del normal (para nuestro caso, el ciudadano costeño de origen urbano y apellido occidental) y el rol del estigmatizado, se hallan en el mismo espacio y constituyen una forma de enfermedad de ambas partes. El esfuerzo integrador de departamentos vecinos, pero diferentes, exige por lo tanto el reconocimiento sincero e impostegable de esta situación. Y la posterior puesta en marcha de programas y campañas de integración departamental.

Tacna

Los ciudadanos tacneños se autoconceptúan como patriotas, honrados y leales, y a la vez poco alegres, humildes y regionalistas. En ambos casos coinciden básicamente con la percepción externa, pero la honradez proclamada no coincide con la opinión externa, pero los vecinos sí los consideran tolerantes y con mentalidad empresarial, muy por encima de lo que ellos mismos creen tener.

A diferencia del estigma hacia el puneño, la autopercepción precaria del moqueguano y el rechazo a la arrogancia arequipeña, los ciudadanos tacneños gozan del perfil más aceptable junto al cuzqueño. Si consideramos que la futura macrorregión sería conformada por Puno, Arequipa y Tacna, se puede suponer que el rol de los líderes tacneños es el más apropiado para tender puentes de integración en el sur.


5. DESAFIOS Y OBSTACULOS DE LA INTEGRACION REGIONAL

Todo grupo social genera rasgos diferenciadores que le permiten identificarse entre sí y marcar distancia del otro. Estos rasgos son más notorios si le agregamos cientos de años de discursos de singularidad y líderes que instrumentalizan la divergencia por razones idiomáticas, geográficas, de recursos naturales, costumbres y actividad económica.

El sur del Perú no escapa a esta realidad. Y los medios de comunicación, junto a las demás instituciones sociales como la familia y la escuela se encargan de reforzar estas diferencias e inclusive se consideran como factor socializador y de identidad en cada zona del país. Debe quedar claro que las singularidades regionales son un poderoso factor cohesionador, pero un peligroso factor diferenciador que obstaculiza el paso a niveles superiores de convivencia social y desarrollo.

Una renovada demostración de esta realidad son las autopercepciones y percepciones externas analizadas que han dejado marcados algunos obstáculos, como el que logran triangular las sospechas declaradas entre arequipeños, puneños y moqueguanos.

El entramado de diferencias y similitudes más bien debe servir para pasar de la comprensión a la generosidad del discurso y la sincera acción integradora. Si los políticos no lo hacen tendrá que hacerlo la sociedad civil, los gobiernos locales y especialmente, los medios de comunicación, verdaderos reconstructores simbólicos de la vida social y política. Ahí esta el desafío.

En tal sentido, los 15 rasgos propuestos a los encuestados han sido agrupados en 4 dimensiones que se detallan a continuación: a) Lo moral, b) Lo productivo, c) Lo afectivo y d) Lo sociohistórico.

Lo moral: ¿debilidad u oportunidad?

Si reunimos los valores de la tolerancia, honradez, lealtad, humildad y confianza, percibimos la sólida percepción moral del ciudadano tacneño que goza de calificaciones positivas reconocidas por sus vecinos y por ellos mismos. Se trata de un potencial apreciable que debe servir en la ecuación integradora. Los ciudadanos moqueguanos completan el liderazgo moral y muy tímidamente los ciudadanos cuzqueños.

La situación de los ciudadanos arequipeños es significativa, se halla con un pie débil en el ámbito de lo moral, pero escandalosamente traicionado por su pobreza de humildad y tolerancia que, como es obvio, se asocia con la arrogancia y la discriminación. Aspecto alarmante si se trata de un departamento muy activo en el desarrollo regional y que cobija a muchos migrantes de los departamentos vecinos.

Como complemento obstaculizador los ciudadanos puneños recogen el fuerte estigma de la descalificación moral. Conjugan la humildad, como aspecto positivo, con consistentes calificaciones de desconfianza, intolerancia, deslealtad y poca honradez, dentro del universo valorativo de los sureños. Como es obvio, son percepciones que se hallan sedimentados y bullen en el imaginario y que no necesariamente son evidencias concretas, simplemente es “lo que se piensa” del vecino.


Lo productivo: potencial, pero…

Se ha considerado como rasgos productivos la mentalidad empresarial (empresarialidad), el trabajo o laboriosidad y la inteligencia. Es cierto que se trata de las palancas de cualquier aspiración progresista, pero sería bueno combinarlas con los datos anteriores. El ciudadano arequipeño esta vez asume el liderazgo de lo productivo con superioridad en dos de los tres rasgos, pero precisamente la laboriosidad (aunque poco intelectual) viene a ser propiedad del humilde ciudadano puneño.

Visto con sentido estratégico forman un trinomio de lujo con el ciudadano tacneño, dejando al improductivo moqueguano y al feble cuzqueño. Sin embargo, los miramientos morales entre vecinos son obstáculos. Ahí surge la labor de los re-constructores simbólicos (los comunicadores), no para entorpecer sino para aplanar el camino.

Lo afectivo: fortaleza compartida

La percepción afectiva es dinámica entre los jóvenes encuestados y la mayoría tiene por donde destacar. Arequipeños y tacneños se pueden preciar de ser ciudadanos simpáticos, pero lo destacable es el ciudadano cuzqueño que, en promedio, lidera a los demás vecinos regionales en el campo de lo afectivo, su condición de fuerte atractivo turístico es evidenciado, tanto como lo alegre-festivo propio de los ciudadanos puneños que, nuevamente, navegan entre dos polos: los más alegres, pero nada simpáticos, ni hospitalarios. En situación más grave se encuentran los ciudadanos moqueguanos que son considerados aburridos, en comparación con sus retozantes y simpáticos vecinos. Lo afectivo, en síntesis, es un potencial que debe considerarse en el diseño de estrategias que pretendan la integración regional y la superación de obstáculos producidos por otros rasgos.

Lo socio histórico:

Tacneños patriotas, cuzqueños históricos y arequipeños regionalistas parece ser la primera impresión que deja el estudio. Sin embargo, se requiere una aclaración: el rasgo regionalismo de signo positivo, pasa en este caso a interpretarse de modo negativo; los ciudadanos sureños le otorgan una fuerte connotación de exaltación de lo propio departamental, vinculándose de mejor manera con la percepción de chovinismo; por lo que no sería un valor ponderable en los arequipeños, más bien obstaculizador.

El caso del regionalismo chovinista merece una atención seria y despercudida de prejuicios, pues privilegiar mediáticamente esta supuesta y disfuncional cualidad contradice cualquier esquema integrador, más bien el compromiso o lucha por y con la población puede ser un interesante sustituto que vaya diluyendo la rebeldía chovinista.

Contrariamente, los ciudadanos moqueguanos son poco débiles en este rasgo que transmite valores culturales y afianza la identidad. Por su parte, los ciudadanos puneños, pese a tener una rica tradición cultural, al parecer no es considerada “histórica” por sus vecinos. Nuevamente el estigma se hace presente: los cuzqueños sí tienen tradición histórica, los puneños no.

6. RASGOS CIUDADANOS PARA LA INTEGRACION REGIONAL

Dice Fernando Savater
[6] que el ciudadano es el miembro consciente y activo de una sociedad democrática, aquel que conoce sus derechos individuales y sus deberes públicos; por lo que no renuncia a su intervención en la gestión pública de la comunidad que le concierne ni delega automáticamente todas sus obligaciones.

Es triste comprobar que las poblaciones del país y del sur en particular, se colocan como reclamantes de derechos, más que cumplidores de deberes; por lo que el llamado a la construcción de ciudadanía es un requisito pendiente que se confunde con el proceso de descentralización y conformación de regiones.

Y si ciudadanía es conjugar la dimensión individual de los derechos y la dimensión colectiva de los deberes, supone por tanto, como afirma Simón Pedro Arnold
[7], una educación democrática interiorizada, y no sólo discursos patrióticos y saludos a la bandera que ocultan mal el desierto ciudadano en el cual nos movemos. El religioso benedictino insiste en el que la cultura de la desconfianza escéptica y autoritaria, el clientelismo corrupto y el pobrísimo sistema educativo nacional no logra que los ciudadanos por lo menos quieran una cultura de valores ético democráticos, verdadera plataforma de la construcción compartida de ciudadanía en el sur del Perú.

Entonces, ¿será posible la integración regional saltándonos la construcción de ciudadanía, o se trata de un desafío doble pero no imposible? Se trata de dar los primeros pasos, más que hundirnos en el escepticismo.

Por lo tanto, las dimensiones propuestas (morales, productivas, afectivas y sociohistóricas) que cada grupo ciudadano asigna a su vecino, pueden servir para apalancar el proceso integrador. Es bueno precisar cuánto de lo atribuido es definido por cada uno de los vecinos regionales, comparado con la autopercepción sobre determinado rasgo.

Al destacar el rasgo de la honradez dentro de los demás rasgos de la dimensión moral, se aprecia que cada grupo ciudadano se asigna a sí mismo similares valores positivos; pero destaca la mayor autocalificación tacneña y la menor autocalificación puneña.

En cuanto a atribuciones positivas, el ciudadano moqueguano recibe la mayor cantidad de calificaciones positivas, provenientes especialmente de los grupos tacneño y puneño; y el grupo cuzqueño es el que califica positivamente a los arequipeños.

Las atribuciones negativas, colocan a los ciudadanos puneños con la mayor descalificación, siendo tacneños y cuzqueños los que enfatizan esta desaprobación. Los ciudadanos arequipeños también son desaprobados, especialmente por los grupos moqueguano y tacneño. Si bien sus vecinos desaprueban al ciudadano tacneño, lo hacen con calificaciones al límite de cero, salvo el énfasis notorio marcado por el grupo puneño.

Dentro de las sospechas saltan peligrosamente tres: las descalificaciones mutuas de tacneños y puneños, arequipeños y moqueguanos, puneños y arequipeños. Terreno delicado que requiere acciones simbólicas de acercamiento, en el que no sólo los comunicadores y los medios juegan un papel importante, la responsabilidad también es de políticos, maestros y la sociedad civil.

El valor de la tolerancia es uno de los más poderosos insumos morales de la integración, ya que permite conocer hasta donde respetamos la diferencia del otro. Los ciudadanos tacneños y en menor medida los moqueguanos logran un destacado reconocimiento que se opone a la supuesta intolerancia puneña y arequipeña.

Incluso, el ejemplo de tolerancia mutua es el de tacneños y moqueguanos, e inversamente el caso delicado de intolerancia recíproca nuevamente pone contrapuestos a puneños y arequipeños.

El juego de oposiciones en el imaginario de la juventud sureña coloca ciudadanos leales o inspiradores de confianza (tacneños) contra desleales y de poco fiar (puneños). O el caso de laboriosos, emprendedores, inteligentes, luchadores pero soberbios (arequipeños) contra poco emprendedores e inteligentes, pasivos y humildes (moqueguanos).

Surgen además ciudadanos liberados de las oposiciones más discutibles: cusqueños y tacneños. Los primeros vinculados a la tradición histórica y la hospitalidad; y los segundos considerados patriotas y dignos de confianza

Las marcadas polaridades en la percepción sureña no son una buena señal, más bien nos exponen una sedimentada tradición de diferencias en las que algunos son ubicados por encima y otros son estigmatizados.

7. ¿CONCLUSIONES, HIPOTESIS O MÁS DESAFÍOS?

Más que conclusiones, luego del trabajo efectuado se abre la posibilidad de un conjunto de hipótesis y desafíos, partiendo de la percepción y autopercepción en la región sur del Perú.

El reto de la regionalización en el sur del Perú, debe asumir algunas consideraciones con respecto a la relación de nosotros y los otros cuando se trata de forjar ciudadanía compartida. Para ello, seguimos la línea del pensamiento de Will Kymlicka
[8] que acierta en tres aspectos. Primero, las controversias de grupos de diversos antecedentes culturales no se “resuelven”, sino se “gestionan”. Por lo tanto, las diferencias de percepción y autopercepción entre los ciudadanos del surperuano, pasa por generar espacios de encuentro y tolerancia. Allí los medios tienen la misión de servir de puente de entendimiento y convergencia en los asuntos comunes y de discreta manifestación de las diferencias.

Segundo, la vida política tiene una ineludible dimensión nacional, desde asuntos de lengua en las escuelas, trazado de fronteras, distribución de poderes hasta las festividades públicas. Las costumbres y tradiciones son un poderoso ropaje que protege y da sentido a la vida colectiva, al nosotros. Su vínculo con la vida política a dado lugar a los nacionalismos más radicales, el sur del Perú no es ajeno a dichas manifestaciones, especialmente en el Cuzco, Puno y Arequipa, de ahí que su “gestión” es uno de los temas más sensibles de la vida política al interior del país. No pocas veces los comunicadores han servido a propósitos “distanciadores” en el sur del Perú. Por eso se impone una relectura de la diferencia. Si bien el nosotros sureño se halla más cerca de la utopía que de la realidad; el proceso regionalizador deberá incluir un importante y creativo componente simbólico-comunicacional que articule a través de la educación y la promoción las costumbres y tradiciones.

Tercero, el derecho de las minorías no debe permitir que un grupo oprima a otros grupos y a la vez un pequeño grupo no debe oprimir a sus propios miembros. La advertencia de Kymlicka permite la metáfora de la muñeca rusa o matrioshka que a medida que la abrimos encontramos una más pequeña al interior. La asimetría del poder en la región sur corre llena de esta metáfora traumatizante (¿quién está encima de quién?) que se inicia en las pequeñas agrupaciones humanas, desde sectores dentro de las comunidades campesinas y avanza hacia distritos, provincias y ciudades densamente pobladas, en las que líderes comunales, gobernadores, jueces, policías, profesionales, comerciantes, industriales, funcionarios del Estado, alcaldes, congresistas, entre otros, van acomodando su poder uno encima del otro. Surgiendo así, en el imaginario, la perversa jerarquía del poder que poco o nada toma en cuenta el ejercicio de una ciudadanía digna, respetuosa y propositiva; y más bien se halla matizada de un conjunto abigarrado de prejuicios raciales y territoriales.


Comunicación para la convergencia

El desafío de los comunicadores se enfrenta con condiciones socioculturales amasadas en la tensión diacrónica entre vecinos departamentales. Arequipeños, cusqueños, moqueguanos, tacneños y puneños, cada uno a su turno, teje imaginariamente relatos de superioridad e inferioridad. Ciertamente relatos de diferencia y que a la larga marcan e incrementan las contradicciones. De ahí se explica la distancia de Moquegua en el esquema integrador, la sospecha hacia los arequipeños y el estigma racista hacia los puneños. Durísimo desafío de difícil resolución.

La comunicación para la integración regional así contextualizada tendrá que acometer con políticas y estrategias regionales que salgan del compartimiento “comunicacional” e ingresan al terreno de lo simbólico y lo productivo, en el que cultura-educación-política-economía son las armas fuertes de la convergencia. Ya que el paso de las particularidades a la integración regional del sur sólo se logrará con liderazgos que posibiliten una nueva manera de ver el Sur y sus potencialidades.

El papel de los comunicadores para la integración regional puede comprenderse con la metáfora del archipiélago, en el que pequeñas, grandes o desiguales islas deben conectarse entre ellas y a su vez con la zona continental; los puentes deben responder a las características de la zona: unos serán extensos, otros cortos, incluso algunos modestos andariveles lleguen a ser eficaces. Lo importante de los puentes será la oportunidad y la seguridad que ofrecen.

Una comunicación que tiende puentes de convergencia es intercultural
[9] y se cristaliza en diálogo intercultural crítico y autocrítico, eliminando los prejuicios y los estigmas para lograr la negociación en posición de igualdad. Pero tal vez el desafío más complicado será relativizar los rasgos singulares de cada departamento sureño, pues de ese modo se logrará aceptar los valores y rasgos alternativos del otro. Sólo así se conseguirá una aproximación a la identidad sureña.

Los comunicadores en el papel de puentes de convergencia oportunos, eficaces, inmediatos y con credibilidad están obligados, siguiendo la línea reflexiva y propositiva de Rosa María Alfaro
[10] a colaborar en el ordenamiento y procesamiento de las críticas, construir prioridades, diseñar agendas de cambio, argumentar y debatir dialogando, querer y saber cómo informarse, conocer la dinámica del Estado para exigir, ser ciudadanos vigilantes y propositivos, negociar los intereses particulares y los intereses comunes a la sociedad y además, según nuestro punto de vista, establecer redes de comunicadores sureños que permitan un flujo dinámico de información, formular proyectos comunes de responsabilidad compartida, propiciar lineamientos de políticas de comunicación regional que vayan más allá de lo mediático y periodístico, ingresar al terreno de la comunicación para el desarrollo macrorregional con propuestas creativas, más allá de las formas grupales o comunales.

Lo que debe quedar claro es que las aguas tempestuosas que desafían a la integración son precisamente prejuicios y nociones falsas y engañosas en el imaginario regional, al final de cuentas son formas crudas o desvestidas de un proceso histórico que ha dejado una suredad desigual y conflictuada; pero no imposible de resolución
















NOTAS

[1]Martín Barbero, Jesús (1996). Comunicación: el descentramiento de la modernidad, en Análisis 19. Pág. 74
[2] De Rivero Oswaldo (2001). El mito del desarrollo. FCE. Lima. Pág. 87
[3] Reguillo Rossana (2000). Un mapa de los silencios, en Diálogos de la Comunicación 59-60
[4] Villoro Luis (1998). Estado plural y pluralidad de culturas. México. Pág. 65
[5] Goffman Irving (1998). Estigma: la identidad deteriorada. Amorrortu, España. Pág. 134
[6] Prada Rodolfo (2000). Periodismo cívico y academia, en Periodismo y Ciudadanía, Konrad Adenauer, Colombia.
[7] Arnold Simón Pedro (2004). Identidad cultural y ciudadanía, en Ritualidad y cambios: el caso aymara. CEP. Lima . Pág. 104
[8] Kymlicka Will (1996). Ciudadanía multicultural: una teoría liberal de los derechos de las minorías.
[9] Rodrigo Alsina, Miguel (1998). Elementos para una comunicación intercultural. UAB, España.
[10] Alfaro, Rosa María (2002). Ciudadanas “de a de veras”. Calandria. Lima.

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