Monday, September 26, 2005

Cóctel de extralegalidad en un ambiente de exclusión: Ilave y la Universidad de Puno, aprendizajes perversos

Setiembre de 2004
INTRODUCCION

Resulta paradójico encontrar algunas coincidencias y vínculos entre los hechos ocurridos en la provincia de El Collao y las pugnas de poder en la Universidad Nacional del Altiplano. En primer lugar, en ambos casos asistimos a los abominables asesinatos de dos autoridades elegidas a través de las urnas: el alcalde Fernando Robles y el asambleísta Melitón Puraca. En segundo lugar, tanto los comuneros aymaras de Ilave como los miembros de la comunidad universitaria, justifican sus acciones violentas como expresión de rechazo contra los supuestos actos de corrupción de sus autoridades electas. En tercer lugar, ilaveños y universitarios desconocen la decisión del Jurado Nacional de Elecciones y la Asamblea Universitaria, que encarga la alcaldía a Ramón Arias y el rectorado a Hugo Cotacallapa, respectivamente. En cuarto lugar, ambos coincidentemente designan por aclamación, otro alcalde y otro rector: Miguel Angel Arias y Enrique Calmet.

APRENDER A DESGAJAR

Las dos muertes y especialmente el linchamiento de Robles desnudan los paupérrimos niveles de respeto a la dignidad y la vida humana que caracterizan a la sociedad peruana, y a la vez el miope papel que nuestro Estado inconcluso juega en las zonas andinas y selváticas del país y especialmente en Puno. Sin embargo, el viejo divorcio entre un Perú costeño y moderno frente a una serranía premoderna y excluida ha encontrado un curiosísimo vaso comunicante que vincula Estado y sociedad. Se trata del aprendizaje más nefasto alimentado durante años y cristalizado en la década del gobierno de Fujimori. ¿Cuál es? y ¿quiénes aprendieron? Algunos líderes y profesionales han “aprendido” fatalmente que los fondos públicos son una jugosa oportunidad para desgajar “su parte” o asegurar laboralmente a los suyos, aunque sea por un corto tiempo.

En ese desorden de cosas, tampoco es extraño que algunos de los más importantes líderes que encabezan la oposición (municipal y universitaria) busquen lo mismo, con la diferencia que recurren al gran abanico de argumentos, mensajes y contenidos que ofrece una vida social precaria y desarticulada. Dicho de otra manera: pobreza, identidad o desarrollo pueden ser el pretexto para alcanzar el poder. Inclusive son parte de esta lógica los sujetos con conciencias y acciones ambivalentes: desgajan y a la vez propician el desarrollo. Como estilo se encarna en congresistas, ministros, funcionarios, asesores, militares, presidentes regionales, alcaldes, prefectos, directores regionales, rectores, jueces, entre otros de menor rango. ¡Qué difícil encontrar líderes que entiendan que el poder es para servir y no para servirse!

En esa atmósfera de aprendizajes perversos que vienen desde arriba y desde ayer; los de abajo han cultivado con paciencia y eficacia códigos y conductas alternas e híbridas para entender y sobre todo enfrentar la vida, la sociedad, la economía y el desarrollo. Por eso no es de extrañar que precisamente en Ilave convivan en un mismo cuerpo la herencia cultural altiplánica con dos actividades ilícitas de gran ventaja económica e hijas feas de la sociedad de mercado, adoptadas por algunas familias aymaras: el contrabando y el narcotráfico. Actividades que debido a su propia naturaleza ilícita y delictiva logra armonizar con los aprendizajes perversos. El resultado es un cóctel de extralegalidad en un ambiente de exclusión, que al ser bebido alimenta odios fraternos y desnuda descaradamente el siempre pobrísimo rol del Estado peruano. Llamado a imponer orden con el imperio de la ley, en el marco de un Estado de Derecho, nuestro endeble y adolescente Estado lidia con sus propias trampas inclusive -resulta vergonzoso decirlo- con sus propias leyes.

Pues no se encuentra el por qué algunos grupos de pobladores desoyeron al JNE y algunos miembros de la comunidad universitaria dan la espalda a la ley universitaria. Los responsables no sólo son quienes se rebelan ante la ley, ni quienes pierden la representatividad política por la torpeza de sus actos y sus conciencias ambivalentes.

Los responsables son quienes pudiendo y debiendo informarse no se informan; pudiendo y debiendo participar no participan; pudiendo y debiendo alertar no alertan; pudiendo y debiendo liderar no lideran.

La utopía de un Estado eficiente, honrado y plurinacional; el respeto a la vida y la dignidad humana; instituciones fuertes y ejemplares, y representantes al servicio del pueblo, sólo se logra con ciudadanos inmersos en la vida pública y política, que han comprendido que el acto de elegir a un representante va más allá de la simpatía, la similitud y la emoción. Se trata de una decisión reflexiva, propositiva, co-responsable y orientada a la construcción compartida del futuro.

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